"Lo importante es querer al pueblo" - Entrevista a Gastón Garatea

Autor: 

Lucía Durán García-Bedoya

El 10 de diciembre se celebra, como todos los años desde 1948, el Día de los Derechos Humanos. Ocho años antes, nacería en Lima, Gastón Garatea, sacerdote de los Sagrados Corazones y luchador por la vida y la justicia en la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). A un país puede pasarle de todo, desde un pequeño temblor, hasta un gran cataclismo; desde un simple debate de ideas, hasta un gran conflicto armado ocasionado por las diferencias. Puede quedar absolutamente destruido, pero lo que realmente importa es cómo el pueblo se levanta y se echa a andar, cómo aprende de sus errores y cambia su situación para asegurar un país mejor. Gastón Garatea es uno de los abanderados de este nuevo mundo.

Usted siempre ha sido un sacerdote preocupado por el tema social, ¿tiene algunas razones por las que decidió involucrarse tanto con ello?

Para mí hay una cosa muy clara. Como sacerdote, una de las preocupaciones mías es seguir a Jesús. Él nos enseña en la vida una cosa muy práctica y que no le hemos hecho caso: lo importante es querer al pueblo, esto va a ser el remedio del mundo. Si la gente se quiere, buscará la manera de entenderse y si no, se matará. Cuando uno sale de este país a querer a la gente, se da cuenta de que viven pues, algunas cosas indeseables. Te enfrentas con el mundo de la pobreza, de la corrupción, de la explotación… Entonces tienes que ponerte a pelear en lo social, por cariño a la gente.

De lo que ha visto haciendo obras sociales, ¿qué es lo que más lo marcó?

Hay dos cosas que me han marcado. Una es aquí, en el Perú, la pobreza de nuestra sierra. He vivido en Puno… Realmente espantoso. Se pagaba 50 centavos al día, una explotación terrible. Los niños son vistos como cosas. “Son los hombres del mañana”, dicen, ¡mentira, son los hombres de hoy! Después me ha tocado viajar a lugares muy pobres. También fui una vez al Congo belga. El maltrato a la gente… Los micros se llenaban de gente y para poder cerrar la puerta pasaban una soga y los apretaban a todos. Te quedas helado. Fui enviado por los belgas para ver cómo reaccionaban estos pueblos, pero resulta que los grandes opresores son los europeos. Los viejos Mercedes-Benz se venden en el Congo, en malas condiciones, con repuestos falsos… Un desastre. Todos los medicamentos están en manos de los italianos, los pozos de petróleo en manos de norteamericanos. Entonces, no me vengan a mí con los reyezuelos congoleses, cuando los grandes explotadores son todo el primer mundo.

¿Siente que el haber vivido estas cosas ha marcado un antes y un después en su vida?

Claro, yo soy uno antes de Puno y otro después de haber vivido en Puno.

Es imposible regresar siendo el mismo, ¿no?

Exacto. Te cambia el mundo.

Cuando uno ve los problemas de otra gente siente que sus problemas son nada, ¿usted siente eso?

Evidentemente, siento que no tengo problemas (risas).

Cuando usted recién se ordenó como sacerdote, ¿sabía que quería dedicarse a los temas sociales?

Sí, desde niño. Yo comencé trabajando en el colegio La Recoleta y me di cuenta de que a los niños había que educarlos en solidaridad con los pobres y para eso había que mostrarles sus realidades.

Con respecto a la CVR, antes de entrar, ¿se imaginaba todo lo que iba a encontrar?

No. Yo sabía algo, pero tal cantidad de cosas, no. No me imaginaba que los militares fueran tan torpes, comenzaron a perseguir a Sendero como se persigue a los ladrones, pero ellos eran mucho más inteligentes. Tampoco creí que fueran tan crueles, tan anormales en abusar de las mujeres. Había casos en que violaban a una chica en un cuartel dos o tres tipos. Pero que quince hombres se metan a abusar de una, ¡es una locura! Es una cosa anormal. Muchos de los casos de violación son terribles.

Eso lo marcó bastante…

Claro, sobre todo porque fueron muchos más violadores los militares que Sendero.

¿Y alguna vez pudo hablar con  una víctima o familiar de una?

Claro, montones de testimonios. A los curas nos guardaban para eso. De los violadores también. Es terrible.

¿Qué le decían los violadores?

Se trataban de justificar, por la soledad, el mundo que vivían y todas las cosas que oían. Sin embargo, ante tanta violación no hay disculpa.

¿Percibió algún arrepentimiento de su parte?

Arrepentidos sí. No todos, pero muchos.

¿Cómo vivió el proceso de la CVR?

Con mucha sorpresa. Estaba interesado en lo que pasaba con Sendero, estaba muy cerca al Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo (DESCO). Creí que sabía mucho y cuando llegué me di cuenta de que no sabía nada. Comenzamos a ver el principio, cómo había empezado Sendero, eso es muy bonito.

¿A qué se refiere con que fue  bonito?

Sendero empezó aclamando justicia social, cosas que todo el Perú sabía y que todos deseaban. Después poco a poco se fueron volviendo absolutistas, salían a matar. En principio mataban a los borrachos y a los que engañaban a sus mujeres, después ya a cualquiera. Ahí ya fue una degeneración terrible.

Pero matar está mal, así sea una mala persona…

Exacto, además, ¿quién decide quién vive y quién muere? ¿Por qué va a ser Sendero, no? Fue terrible. Ahí fue cuando nos dimos cuenta que teníamos que saber que estos eran unos locos. Y que, por otro lado, los que habían ido a combatirlos, de igual manera se habían vuelto locos, porque también mataban. Y no solo a los malos, sino también a los inocentes. Finalmente los que más sufrían era la clase campesina quechua-hablante. Muchos ni se enteraron por qué morían.

Usted conversó con senderistas…

Sí, tuve largas conversas con Abimael Guzmán.

¿Más de una?

Sí, conversé con él unas diez veces, pero fue una desilusión terrible. Parecía una persona bien preparada, pero se sabía una leccioncita de memoria. No era el filósofo que pensábamos encontrar. Era el típico político que venía con la consigna de China, sobre la revolución del campo a la ciudad según Mao. También por la manera de asumir el poder, en una sola mano, y ese dueño de la sola mano era el presidente Gonzalo, lo cual lo hace a él culpable de todo, porque él decidió quién moría y quién vivía. Nada se movía sin su autorización. Asimismo, conversé con Feliciano. Quedé muy bien impresionado, nunca había visto a un tipo tan inteligente y culto, pero también estaba con la vaina de matar. A él, a Polay y a Peter Cárdenas los convencimos para que pidieran perdón.

La CVR fue un proceso de aprendizaje para ustedes. ¿Qué parte lo marcó más?

A mí lo que me impactó es que no eran personas aisladas, era toda una dialéctica. Eso me espantó, porque podía haber seguido más tiempo. De hecho el MOVADEF ha continuado. Cómo podías tú meterte en una organización que se adueñara de la vida de los demás, pero era una decisión. Eso nos hizo temblar a todos. Después cosas terribles, como Sendero, que tomó aldeas y liquidó a sus opositores, que eran pura gente inocente.

Hay muchas personas que les dicen brutos a los que creyeron en Sendero…

Pasa que la injusticia es tan grande oye… El olvido del Estado peruano de los campesinos era espantoso. Entonces, esta respuesta a Sendero es con razón, pero sin justificación.

Después de la CVR, ¿ve algún cambio en la sociedad?

En algunos momentos, mientras estuvimos en la CVR, sí sentías un cambio. Sin embargo, apenas terminó, se acabó. Nada. La gente no quería hablar del tema. Hubo una discusión sobre si le dábamos una reparación o no a las víctimas, una discusión tremenda, y de hecho les hemos dado una porquería. Se han dado sesenta millones, frente a los tres mil millones que había que dar. Por eso yo le tengo miedo a la situación de ahora, porque esto se está rearmando, el MOVADEF, y podría traer otro estallido igual.

Y en cuanto a derechos  humanos, ¿ha visto algún cambio?

Nada, nada. La mejor persona que he visto actuando en cuanto a derechos humanos es a Marisol Pérez Tello, la ministra de justicia, pero el país como tal, nada. El caso de los derechos humanos es terrible, porque es la cosa más manipulada que hay.

¿Ha sido testigo de alguna violación de derechos humanos?

Bueno, sí. Todos hemos visto cuando agarran a un pobre tipo y lo meten a la cárcel, le pegan por todos lados. Eso es una falta a los derechos humanos. La pobreza también es una violación de derechos y somos un país que tiene clases socioeconómicas de la A a la E.

 

“La pobreza es una falta a los derechos humanos y somos un país que tiene extrema pobreza”

Se sabe que las Fuerzas Armadas entraban a los pueblos y mataban a todos, ¿cree que había alguna forma de terminar con el terrorismo sin violar los derechos humanos?

Sí.

¿Cuál era esa forma?

Mira, en la zona de Puno, la Iglesia fue muy importante. Trabajó luchando contra Sendero, pero sin matar. Hicieron que la gente se agrupara y se fortaleciera. Ahí vienen las rondas campesinas y todo eso. La solución no es matar, eso violenta más.

¿Cómo ve la situación actual?

Yo creo que hay que trabajar en los campos, es muy importante. Es dar reparaciones. Después hay que trabajar por el tema de la reconciliación. Y eso no es que yo vaya y le dé un besito a mi vecino. Se trata de mucho más, de algo más humano y más fuerte, que es refundar el Perú. Hacer que no existan las injusticias que habían ahí, por las cuales se levantó Sendero. Es una manera importante de hacer una pacificación verdadera.

Con todo esto que sucedió, hay mucha gente que quedó con mucho rencor…

Pero cómo no va a haber rencor, si te mataron a tu madre, a tu padre.

¿Usted alguna vez ha sentido rencor?

Yo siempre he tratado de no tener rencor, porque quiero seguir trabajando en el sacerdocio. Yo tengo que querer a la gente que no piensa como yo. Teniendo rencor y odio, no soluciono nada, sino que aumento el mal.

 

“El terror engendra odio y el odio engendra venganza”

Así como hubo polémica respecto a la CVR, también sucedió con el Museo de la Memoria. ¿Por qué la gente se opone?

No querían ver lo que había pasado, y que es espantoso. Incluso, mucha gente no quería que se vendiera el libro ese de fotos (Yuyanapaq), donde se muestran todas las atrocidades que se vivieron.

Hace poco le preguntaron sobre sus 50 años de sacerdocio, dijo que recién está empezando a ser sacerdote, ¿por qué lo dijo?

Es que el sacerdocio hay que reinventarlo todos los días. No se puede atender a la gente por costumbre. Tienes que ayudar a vivir con amor y el amor viejo no es amor.

¿Cómo se sintió cuando le dijeron que no podría celebrar misa?

Me da pena. No puedo celebrar un matrimonio cuando un chico que yo he educado me lo pide, O también, por ejemplo, en mayo se murió una señora que yo había atendido durante nueve años y no pude celebrar misa, caracho.

Pero uno aprende a vivir con esas cosas…

Claro, claro.

Y usted está en paz, a pesar de todo lo que le puedan decir…

Sí, son bobadas del momento. Yo sigo haciendo lo que me corresponde hacer.

Y sigue con sus obras sociales…

Sí, de aquí (PUCP), una universidad que sale fuera. La Universidad de Lima y la Universidad del Pacífico, por ejemplo, son muy limeñas, tienen que salir. Justo hace un año he comenzado una obra en Ayacucho. Después del terremoto de Pisco, también nos hemos quedado ahí. Vamos saliendo de a poquitos. Hay que salir, si no te quedas con una idea equivocada de lo que es el Perú.

Si usted pudiera darle un consejo al Perú, ¿qué le diría?

Hay que hacer toda una campaña para que no se repita, mostrar lo que pasó. Un pueblo que olvida su historia, la repite.

La educación es gran parte de ello…

Aquí el gobierno no quiso que se incluyera en el currículum. Yo entregué un plan de educación al ministro, cuando terminó la Comisión de la Verdad. Después pregunté qué pasó. “No sé, creo que se perdió”, me dijeron. Cuéntame otro cuento.