Año de estabilidad y calma: los grupos de reflexión se reúnen con bastante regularidad, la misa comunitaria se mantiene con una asistencia razonable, el voluntariado de Brisas funciona con ritmo propio, las cuentas comunitarias están en azul. La Casa es cuidada con esmero.
Varios grupos reciben nuevos miembros: Elizabeth entra a Lebab, Kattya y Xavier a Pucllu, y Wayki recibe a Sayuri, Cristina y Belén, tres de las integrantes del grupo de Iniciación, que pasa a disolverse. Siquem, que ha estado en “pausa” desde la crisis del 2017, vuelve a mostrar gradualmente un acercamiento a la vida comunitaria.
La cercanía con la Rama Secular (a través de la cual se tuvo participación en el VIII ELARS en Paraguay y en la reunión con el nuevo Superior General, Alberto Toutin, en Plaza Francia) dio frutos cuando cuatro comunos (Xavier, Tina, Elia y Pablo) hicieron sus promesas como miembros de la Rama. Juan Carlos y Daniel, desde su rol en la Rama, mantienen un importante vínculo con la Comisión Episcopal de Laicos y la Mesa de Movimientos Laicales, respectivamente.
Aparte del voluntariado de Brisas, siempre estable, se asume nuevamente la organización del retiro para agentes pastorales de Laderas y Ensenada. Hacia el final del año, aparece nuevamente el cuestionamiento de si la Comunidad debería continuar siendo una “comunidad de comunidades” o si acaso los grupos deberían devenir más autónomos, inquietud que queda para ser pensada a lo largo del año.