A pesar de iniciarse con un festivo encuentro en Lurín con los representantes de las comunidades laicales de Valparaíso y Santiago de Chile, y de la posibilidad planteada de tener misiones comunes, el año va mostrando dificultades serias para el proyecto comunitario. El alejamiento de numerosos miembros (sobre todo adultos) de las actividades comunitarias genera tensiones con los miembros jóvenes.
Dos eventos marcan el inicio del año: la publicación del libro "El Vigilante", con la recopilación de escritos del P. José Luis Ramírez, y el viaje de nueve comunos a Valparaíso, Chile, para participar en un encuentro con comunidades laicales ss.cc. de Chile y Bolivia, mismo que estableció sólidos lazos internacionales, particularmente con los chilenos. Al regreso de este viaje, se hace evidente que no se puede sostener más la presencia de la Comunidad en el local del colegio Belén.
El año estuvo particularmente marcado por el intercambio con los laicos SS.CC. de Chile. En febrero se acogió a cinco de ellos que habían venido al curso de Teología de la U. Católica. A lo largo de los siguientes meses se mantuvo una creciente correspondencia (especialmente gracias a la novedosa Internet) que determinaría el viaje de algunos comunos a Chile el siguiente año. Por otro lado, por primera vez se envía una misionera laica (Amalia Ruiz) a un trabajo de dos años en Ayaviri, recibiendo un pequeño soporte económico por parte de la Comunidad.
Tras varios años en el cargo, Juan Borea deja el rol de Asesor Laico y es nombrado en su lugar Niki Revilla, del grupo Lebab. Al mismo tiempo, José Kuwae se aleja de la Asesoría Religiosa, que queda temporalmente vacante. Por otro lado, los abundantes eventos familiares (matrimonios de comunos, nacimientos, bautizos) y la disminución de la pastoral de catequesis (al haberse entregado las confirmaciones a los colegios) hacen disminuir el ritmo de acción hacia afuera de la Comunidad, que se centra más en sí misma.
El año tuvo un inicio trágico cuando Pablo Rivera, miembro muy querido de la Comunidad, muere como consecuencia de un accidente de tránsito en España, adonde había viajado por estudios. 1995 es en general un año de desniveles. Por un lado, una vivencia comunitaria rica en experiencia pastoral y misionera: tres misiones (Ayaviri, San Juan del Oro y Lachaqui), además de continuarse la experiencias de Academia Preuniversitaria en Ensenada. Mayor profundización de la vida de oración en los grupos y de la participación en las Eucaristías semanales.
La Comunidad es claramente una comunidad adulta, con una identidad definida con la espiritualidad de los Sagrados Corazones, aunque se ha perdido el contacto con otros grupos y movimientos de la Iglesia local. Incluso a nivel de formación, los comunos recurren más a sus propios cursos y reuniones que a la asistencia a cursos organizados por la Universidad Católica y otras organizaciones. Sin embargo, se retoman este año las Misiones al mundo andino, específicamente a Ayaviri, Puno, donde la Congregación tiene importante presencia.
Los grupos mayores van poniendo cada vez más el acento en la revisión de vida, a partir de sus experiencias familiares y laborales; mientras tanto, va aumentando la conciencia de grupo de las generaciones intermedias, con lo cual se da una cierta crisis de integración en la Comunidad, en la que ya se diferencian tres grandes grupos etáreos. Se experimenta cierto descuido por parte de los miembros mayores respecto a las responsabilidades y los bienes de la comunidad.
Este año se inició con los lineamientos aprobados en la Asamblea Consejo, con que se culminó el proceso "Construyendo Juntos" de 1991. Los Estatutos revisados y un nuevo Plan de Formación dieron la pauta. A pesar de las dificultades, que incluyen los niveles de violencia crecientes en el país, la Comunidad mantuvo una intensa actividad pastoral, sobre todo en sectores medios. Sin embargo, la ausencia de suficientes comunos comprometidos con la pastoral en el P.J. Jerusalén hizo necesario un Consejo extraordinario para revisar la autenticidad de la opción por los pobres.
Marcada por un lado por la novedosa experiencia de no contar ya con un sacerdote de 24 horas en la Casa, y por otro lado por la crisis del país que obligó a muchos comunos a trabajar antes de lo previsto, la Comunidad vivió un año de retos y pruebas. Con todo, el aumento de los espacios de silencio y la creciente participación activa en las Eucaristías van marcando una reflexión grupal de lo que se vive. Hubo un debilitamiento, en cambio, de la oración grupal.
La crisis de 1989 se resuelve en un período de crecimiento y esperanza, marcado también por la muerte, en el mes de junio, del P. José Luis Ramírez, luego de una penosa enfermedad. Su esfuerzo para acompañar hasta el final a la Comunidad, levantándose, a pesar del dolor, de su lecho de enfermo para celebrar la misa, marca profundamente a los comunos. A su muerte, se elige por primera vez a un Asesor General laico: Juan Borea Odría.