Martha Amézaga

Martha Amézaga Rodríguez nació en Lima el cuatro de junio de 1963. Tercera de tres hermanos. Estudió en el colegio ss.cc. Belén y posteriormente en el CENFOTUR. Sus trabajos iniciales estuvieron ligados a su profesión de turismo, pero luego se especializó en la banca, trabajando durante muchos años en INTERBANK en forma intermitente, siendo éste su último centro laboral, donde su trabajo fue además siempre muy bien considerado.

Martha entró a la comunidad (espacio que ya frecuentaba su hermana Carola) el año 1979 junto con varias compañeras de promoción, fue catequista del programa de Primera Comunión en el Colegio Hans Christian Andersen y formó luego parte del grupo "Desde la Vida", en el que participaba activamente. Su presencia en la Comuna siempre estuvo marcada por la alegría, el entusiasmo y el cariño hacia todos. Hacia finales de esa década, su participación fue disminuyendo y eventualmente perdió por un tiempo contacto con la Comunidad, aunque su vivencia personal de fe siempre la acompañó. El año 1989 se casó con Italo Catagnino “Tavo” y en 1993 nació Adriana María. El año 2000, muy pronto, Tavo partió al encuentro del Señor y, desde entonces, Martita estuvo abocada a la crianza de su hija de manera abnegada.

En los últimos años volvió a acercarse a la Comunidad, asistiendo a varias misas y trayendo en algunas ocasiones a su hija. Este gradual retorno se intensificó en el año 2016, a partir de la celebración de los 90 años del nacimiento del P. Héctor de Cárdenas, llegando incluso a asistir a una reunión de Lebab, grupo al que pertenecen seis antiguos compañeros de su grupo Desde la Vida. A pesar del tiempo transcurrido y de las dificultades vividas, su actitud de siempre permanecía intacta: sonriente, positiva y agradecida con la vida. Combatió con serenidad y su característica sonrisa el cáncer que la afectó, Partió al lado del Padre Bueno (y al encuentro de su Tavo) el 1° de abril de 2017. En sus últimos momentos, pidió avisar a sus antiguos compañeros del grupo Desde la Vida que, desperdigados por el mundo, se unieron para acompañarla virtualmente en oración en su paso a la vida eterna.

Sus amigas y amigos más cercanos nos dicen: “Pocas veces tenemos la suerte de conocer a alguien como Martha. Sus ganas de vivir, de gozar plenamente cada minuto contagiaban a todos los que la rodeábamos”. “Martita, alegre, siempre con una sonrisa por compartir, amiga en todos los momentos, disfrutaba la vida y hacía tu mundo mejor; con una personalidad decidida, le encantaba viajar, promotora de toda reunión, lectora, siempre en búsqueda de mejorar y ayudar a todos”. “Amiga incondicional, bondadosa, buena consejera y muy buena mamá”. En sus últimos momentos, difíciles, demostró que era “…inquebrantable; podía sentirse mal, estar adolorida o algo triste, pero salían a flote sus ganas de vivir la vida; siempre fuerte, siempre decidida y siempre con una sonrisa”.